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Bochorno, ruidos repentinos, cambios de ambiente y de horarios… En verano, existen muchos factores que provocan que el bebé no pueda dormir bien. Te damos algunos consejos para favorecer su sueño.
Conseguir que el niño tenga un sueño tranquilo no es tarea fácil y en ello intervienen muchos factores que hay que afrontar con paciencia, como su edad, el ambiente familiar, los buenos o malos hábitos y los agentes externos.
Precisamente, estos agentes externos son los que empeoran con la llegada del verano y el calorcito y que pueden provocar que el bebé no pueda dormir bien.
Factores que dificultan el sueño en verano
El calor:
Cuando hace calor, hay que vestir al niño de la forma más ligera posible. Incluso si tiene las manos y los pies fríos, lo importante es que el tórax esté caliente. No en vano, hace muchos años, se apoyaban los labios sobre el pecho del niño para tomarle la temperatura. En el caso de los más pequeños, una camiseta y el pañal serán suficientes para evitar que sude y para garantizarle un sueño tranquilo. Asimismo, hay que recordar que algunos niños duermen mejor si se sienten contenidos, como atestigua el antiguo uso de los arrullos. Por lo tanto, se puede envolver al bebé en una sabanita de lino o en una muselina.
Los grandes cambios:
A menudo, las vacaciones son el momento en el que los papás aprovechan para afrontar las etapas de transición (como la eliminación del pañal o del chupete). En la vida de un niño, todas las metas del crecimiento generan, inevitablemente, un cierto estrés, y, en consecuencia, el sueño puede ser más irregular, ligero e intranquilo. Si, por un lado, los meses de verano son adecuados para realizar los grandes cambios, por otro lado, hay que tener en cuenta que los despertares nocturnos pueden ser más frecuentes. Asimismo, no hay que olvidar que estos cambios deben realizarse cuando el niño está preparado para afrontarlos. Si el momento adecuado coincide con las vacaciones de verano, perfecto; de lo contrario, resulta inútil y perjudicial.
El ruido:
Lo que puede perturbar el sueño del niño no es tanto el ruido constante como el repentino, es decir, el paso del silencio al ruido, o viceversa. En verano, con las ventanas abiertas, el fenómeno de los ruidos repentinos (una moto, las voces de la gente que pasa por la calle o la música de los locales) aumenta. Si es posible, lo mejor es poner a dormir al pequeño en una habitación que no dé a la calle, o bien usar un toldo para amortiguar el ruido. Las mosquiteras también sirven para amortiguar el ruido, puesto que el sonido está constituido por ondas sonoras que, si son fragmentadas por un obstáculo, pierden potencia.
Las vacaciones:
En vacaciones, la rutina a la que el niño está acostumbrado se rompe, de manera que las noches pueden ser más agitadas. En general, los niños que están acostumbrados a una regularidad de ritmos estricta sufrirán más los inevitables cambios de costumbres y de horarios durante las vacaciones. Para ayudarles a adaptarse a estas nuevas situaciones, se puede hacer que los más pequeños duerman una siestecita en la playa o en el restaurante, y que los más mayorcitos se acostumbren a dormir una pequeña siesta después de comer, para estar más despiertos por la tarde, cuando lleguen las horas menos calurosas del día.
La alimentación:
Todos sabemos que, para descansar bien, es necesario comer ligero y, sobre todo, no cenar demasiado tarde. Esta regla también es válida para los niños. La hora ideal para cenar es entre las 19 y las 20. En el menú de la noche, deben evitarse las proteínas animales, sobre todo, la carne y los huevos, ya que requieren un largo tiempo de digestión.
En cambio, están indicados los cereales integrales, las legumbres y alimentos como la leche o el yogur, que contienen triptófano, un precursor de la serotonina, hormona que regula el sueño y el estado de ánimo. Por último, es muy importante evitar administrar a los niños bebidas que contengan excitantes, como la cafeína o la teína.
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